Sellantes

Los selladores dentales son recubrimientos de plástico que suelen colocarse en la superficie de masticación de los dientes posteriores permanentes, o los molares y premolares. Estos selladores ayudan a proteger los dientes posteriores de la caries.

Las superficies de masticación de los dientes molares y premolares presentan surcos - "fisuras"- que las hacen vulnerables a la caries. Estas fisuras pueden ser profundas, son difíciles de limpiar y pueden ser más estrechas que una sola cerda de un cepillo de dientes. La placa se acumula en estas zonas, y el ácido de las bacterias de la placa ataca el esmalte y pueden aparecer caries. El flúor ayuda a prevenir las caries y contribuye a proteger todas las superficies de los dientes; los selladores dentales proporcionan una protección adicional para las zonas con surcos y picaduras, al proporcionar una superficie lisa que cubre la zona fisurada.

El primer sellador dental que se coloca suele ser en la fisura del primer diente molar permanente, una vez que la superficie masticatoria del diente ha erupcionado completamente más allá de la encía. Este diente crece detrás de los dientes de leche. Si las superficies de masticación de estos dientes están selladas, el sellador dental ayudará a proteger el diente. Excepto las muelas del juicio, que salen mucho más tarde, los molares y premolares siguen saliendo hasta los once-trece años de edad y las superficies de masticación de estos dientes pueden sellarse después de que hayan salido más allá de la encía.
Fluoruro-

Una de las claves de la buena salud bucodental es el flúor, un mineral que ayuda a prevenir la caries y puede reparar los dientes en las primeras fases microscópicas de la enfermedad. El flúor puede obtenerse de dos formas: tópica y sistémica. Los fluoruros tópicos se aplican directamente sobre el esmalte dental. Algunos ejemplos son los dentífricos y colutorios fluorados, así como los tratamientos con flúor en la consulta dental.

Los tratamientos profesionales con flúor suelen durar sólo unos minutos. El flúor puede presentarse en forma de solución, gel, espuma o barniz. Normalmente, se aplica con un bastoncillo de algodón o un cepillo, o se utiliza como enjuague o se coloca en una bandeja que se mantiene en la boca durante varios minutos.

Después del tratamiento, se le puede pedir que no se enjuague, coma ni beba durante al menos 30 minutos para permitir que los dientes absorban el flúor y ayudar a reparar las zonas cariosas microscópicas.

Dependiendo de su estado de salud bucodental, los tratamientos con flúor pueden recomendarse cada tres, seis o doce meses. Su dentista también puede recomendarle medidas preventivas adicionales si tiene un riesgo moderado o alto de desarrollar caries. Estas medidas pueden incluir productos terapéuticos de venta libre o con receta, como colutorios con flúor, geles o enjuagues bucales antibacterianos.